¿Es posible combatir la desesperanza?
Y muy importante, ¿se puede hacer sin añadirle tensión emocional a aquellos que la están atravesando, o que se encuentran en un estado de desesperación reactiva? Bien, no existen soluciones mágicas ni hay medicamentos contra la desesperanza. Si además viene como compañera de la depresión, incluso los remedios más exhaustivos pueden ser ineficaces mientras dura la batalla. Habremos avanzado cuando empiece a cambiar el punto de vista de quien la está sufriendo, cuando un vestigio de esperanza pueda asomarse a su mente.
¿Recordamos a Chelsea, a la que citábamos antes? Bien, hemos avanzado cuando a su pregunta “¿para qué sirve mi vida?” haya una respuesta. Hace algunos meses el Almirante William McRaven se hacía famoso con su arenga “si quieres cambiar el mundo, comienza el día haciendo tu cama”.
La simplicidad del planteamiento no deja de ser interesante, por cuando el resultado puede ser realmente un punto de inflexión. “Así comenzarás el día con una actividad completada con éxito y, si por casualidad tienes un día horrible, llegarás a casa y te encontrarás una habitación con tu cama hecha”. De este modo, con pequeñas actividades que puedan ser completadas con éxito, al menos una o dos al día, se puede ir marcando el aprendizaje de la esperanza, de que sí es posible que el futuro esté en nuestras manos. Y, al conseguirlo, un elogio y una recompensa. Da igual que al principio el paciente no lo sienta, o incluso le duela oírlo. La autoayuda y el apoyo del entorno no son mágicas, pero tienen mucho efecto. El refuerzo positivo puede ser más del 50% de la prevención de la depresión y el suicidio.