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2 de octubre de 2021, Marc Gaja

Pandemia y redes sociales: los efectos en la salud mental de los jóvenes

Pandemia y redes sociales: Rodrigo Riaño, psicólogo y rector de la Universidad ISEP para Colombia, afirma que el síndrome de Fomo se da porque las exigencias de las redes sociales incitan a las personas a revisar de manera permanente los contenidos 

Publicado originalmente en el El Tiempo

 

De acuerdo con cifras de la Organización Mundial de la Salud, la proporción del gasto en los servicios de salud mental a nivel mundial es de apenas el 2,8 por ciento del total que se dedica a salud, una cifra que se reduce al 0,5 en países de ingresos bajos, mientras que los países de ingresos altos invierten cerca del 5 por ciento.

Este es un dato que no solo demuestra la brecha entre unos y otros, sino que además revela que en el contexto de la pandemia también se han deteriorado más, al punto que, en palabras de autoridades sanitarias, la siguiente pandemia será la de salud mental.

A esto se suma que hoy en día existen varios factores que pueden agravar la situación, entre los que cobra relevancia particularmente el uso excesivo de redes sociales en niños y adolescentes, una población vulnerable a sufrir mayor impacto frente a trastornos como ansiedad, depresión, baja autoestima, entre otros.

Sin embargo, este asunto no es nuevo: en 2017, la asociación británica Royal Society for Public Health, en alianza con el Young Health Movement, publicó un informe sobre los efectos positivos y negativos de las redes sociales sobre la salud mental en jóvenes entre los 12 y los 24 años concluyó que estas generan un aumento de las patologías de salud mental en este colectivo al menos en un 70 por ciento.

De acuerdo con la investigación, Instagram encabeza las plataformas que tienen peor impacto para el bienestar de los menores en razón a que su propia dinámica genera expectativas poco realistas, contribuye a que los jóvenes sientan inseguridades frente a su imagen corporal, sobre todo las mujeres, e incluso se desarrolle el síndrome Fomo (Fear of missing out), llevándolos inevitablemente a incrementar síntomas relacionados con la ansiedad, la depresión, el insomnio, la irritabilidad, la apatía y la pérdida de interés por tareas propias de su edad.

El debate volvió a ponerse sobre la mesa porque hace unas semanas el periódico estadounidense The Wall Street Journal publicó un reportaje en este sentido, a partir de la filtración de algunos apartados de estudios internos que Facebook venía realizando al respecto, en el que destaca que el gigante tecnológico conocía los daños que está causando en sus usuarios más jóvenes y que es especialmente “tóxico” para las mujeres, ya que, de acuerdo con la investigación, Instagram “agrava” los problemas que una de cada tres adolescentes tiene sobre su imagen corporal, entre otros hallazgos reveladores.

“Un 32 por ciento de las adolescentes dicen que cuando se sienten mal con su cuerpo, Instagram las hace sentir peor”, detalla uno de los apartados del informe de Facebook de marzo de 2020. Otro dato impactante del estudio, revelado por The Wall Street Journal, es que entre los adolescentes que dijeron tener pensamientos suicidas, cerca del 6 por ciento en Estados Unidos y el 13 por ciento en el Reino Unido los relacionan directamente con Instagram.

Facebook se defiende

A raíz de estas revelaciones, varios miembros del Congreso de Estados Unidos le han solicitado a Facebook que comparta la investigación completa, pero la empresa se ha negado argumentando que dicha información “se mantiene confidencial para promover el diálogo franco y abierto y la lluvia de ideas internamente”.

Incluso Adam Mosseri, director de Instagram, informó hace unos días que la empresa pausó la controvertida creación de Instagram Kids, una aplicación dirigida a niños menores de 13 años, luego de que el diario estadounidense publicara el reportaje.

Mosseri destacó que es una realidad que los niños reciben teléfonos a edades cada vez más tempranas y que otras redes sociales han decidido crear proyectos «específicos» para un público infantil, citando a YouTube y TikTok.

Por su parte, en un texto titulado ‘Lo que dice realmente nuestro estudio sobre bienestar de adolescentes en Instagram’, Pratiti Raychoudhury, vicepresidenta de Facebook y jefa de investigación, dijo que “al contrario de la caracterización del ‘Wall Street Journal’ esta investigación, al igual que estudios externos sobre estos asuntos, encontró que los adolescentes reportan experiencias tanto positivas como negativas en las redes sociales” y que los estudios internos se hacen precisamente para mejorar la experiencia de los adolescentes en sus plataformas.

Además, Raychoudhury agregó que el periódico norteamericano deja por fuera muchas otras cifras y hallazgos de la investigación interna de la empresa y controvierte, punto por punto, las aseveraciones relacionadas con imagen corporal, sensación de bienestar, tasas de depresión y otros asuntos.

Frente a los pensamientos suicidas, la vicepresidente señala que si los datos se miran en conjunto, “alrededor de 1 por ciento de todo el grupo de adolescentes encuestados dijo que los pensamientos suicidas que tuvieron comenzaron con Instagram”, reconociendo que incluso esa cifra es demasiado, pero que la empresa ha invertido en recursos y apoyo al respecto.

Hablan los expertos

“Las redes sociales en sí mismas no son buenas o malas”, dice Olga Albornoz, psiquiatra infantil, quien agrega que el uso de estas pueden afectar la salud mental de los menores y adolescentes en mayor medida porque este grupo etario “no tiene criterios claros para diferenciar si lo que enfrentan a través de esta herramienta que están viendo está bien o mal”.

Albornoz es enfática al decir que los niños no deben tener acceso a estas plataformas bajo ninguna circunstancia, una afirmación respaldada por estudios de la Academia Americana de Psiquiatría Infantil y del Adolescente, que no recomiendan el acceso de los menores a redes sociales.

En el caso de los adolescentes (entre los 12 y los 19 años), la experta sugiere que sean los padres los encargados de supervisar y guiar a sus hijos con autoridad, ya que en estos años inicia la formación de la identidad propia, se consolidan procesos de independencia que pueden ser influidos -para bien o para mal – por las redes sociales,  sobre todo en lo referente a la autoestima.

Instagram- red social cuya dinámica gira en torno a fotografías- puede afectar a los jóvenes por los estereotipos que forma sobre lo que es la belleza y el éxito, cargándolos a su paso de expectativas ‘inalcanzables’, sumado a una obsesión por perseguir una ‘perfección’ que no es real y que se puede manifestar con síntomas tanto de ansiedad como depresión, según lo explica la psicóloga clínica Sandra Herrera.

Intentar encajar en los límites de esos estereotipos, que se han convertido en modelos a seguir para esta población, puede tener un costo muy alto: una encuesta realizada por el Centro de Investigaciones Pew, un ‘think tank’ estadounidense que brinda información sobre problemáticas y actitudes en el mundo, reveló que al menos el 29 por ciento de los adolescentes consultados siente ‘mucha presión’ para verse bien en redes sociales y cerca del 28 por ciento siente ‘alguna presión’ para encajar socialmente.

En este sentido, Herrera dice que los ‘me gusta’ son el medio a través del cual los usuarios más jóvenes buscan validación y aceptación por parte de los demás y “si no encuentran eso, los niveles de frustración son muy altos, lo cual se traduce en trastornos en la salud mental con estados de ánimo ciclotimicos (altibajos emocionales)”.

“Instagram es un dador de vitamina mal dada porque el joven está determinando su valor y autoestima a partir del estado de ánimo y el pensamiento del otro. Publicar una foto porque me siento bien sin esperar respuesta no es nocivo, lo que es nocivo es esperar el ‘feedback’ de afuera y si no lo obtienes entonces borras la foto”, relata la experta.

Solo por 24 horas

Las ‘historias’ de Instagram, al tener una vigencia de tan solo 24 horas, fomentan lo que los expertos llaman el síndrome de Fomo, un tipo de ansiedad social por estar ‘conectados’ y al tanto de todo lo que otros están haciendo para no perderse ni un detalle. Millones de usuarios de Instagram pueden padecer este síndrome pero ignoran esta condición: se estima que al menos un 13 por ciento de la población mundial lo padece, según datos de A&M Health Science Center College of Medicine de Texas.

Rodrigo Riaño, psicólogo y rector de la Universidad ISEP para Colombia, afirma que el síndrome de Fomo se da porque las exigencias de las redes sociales incitan a las personas a revisar de manera permanente-como una especie de monitoreo imprescindible- los contenidos propios y de cercanos expuestos través de las redes sociales, lo cual se incrementa con plataformas emergentes como ‘Discord’, ‘Twitch’ o las ‘historias’ que los usuarios deben ver dentro de un plazo de 24 horas o se perderán esa información.

La necesidad compulsiva de estar conectados es una de las fuentes de ansiedad, y de ahí se derivan otros trastornos como sentimientos de frustración al compararse con lo que hacen sus amigos, o tristeza en caso de que no se alcance el termómetro de los ‘me gusta’”, afirma el experto.

El uso excesivo de  redes sociales es un facilitador potencial para que emerjan trastornos depresivos o de ansiedad

No obstante, el panorama tiende a ser más crítico si los adolescentes presentan alguna vulnerabilidad biológica o alguna predisposición a ser depresivos o ansiosos, lo cual se manifiesta generalmente entre los 17 y los 23 años, edades donde se concentra el uso de las redes sociales.

Por otra parte, Herrera aclara que prestar atención a lo que ocurre en estos espacios virtuales no es del todo negativo siempre y cuando esto se contextualice favorablemente en términos de  horarios y hasta de responsabilidad.

“La autorregulación obtenida a partir de procesos de acompañamiento, asesoría y vigilancia no tóxica es la herramienta más valiosa para modular la relación de los jóvenes con las redes que-dicho sea de par- son inevitables”, remata la psicóloga.

Si bien las redes sociales en sí mismas no determinan los rasgos de personalidad, Rodrigo Córdoba, psiquiatra y ex presidente de la Asociación Latinoamericana de Psiquiatría y profesor de la Universidad del Rosario, asegura que el uso excesivo de las mismas es un facilitador potencial para que emerjan trastornos depresivos o de ansiedad y serían un factor determinante para los suicidios, sobre todo en este grupo poblacional más vulnerable.

¿Cuándo consultar?

Para los especialistas, cuando las redes sociales se convierten en una adicción hay cambios de comportamiento en los niños, jóvenes y adolescentes. Si han dejado de realizar actividades que solían realizar o en caso de presentar problemas escolares, deben consultar con profesionales de la salud, “es mejor consultar por exceso que por defecto”, recomienda la psiquiatra Albornoz.

De igual forma, Córdoba señala que síntomas como pérdida de apetito, tristeza, ideas pesimistas, dificultad para concentrarse o trastornos de sueño indican que el menor debe acudir a un especialista, más aún si estos se vuelven persistentes. Incluso, los trastornos de ansiedad tienen manifestaciones físicas como taquicardia, sudoración o sensación de ahogo, pero el diagnóstico lo debe realizar un profesional.

La pandemia 

Un estudio publicado en 2019 por la revista científica española ‘Comunicar’ muestra que cuanto mayor es el uso del teléfono móvil, mayor es el grado del síndrome de Fomo, ya que “el temor de los adolescentes de perderse experiencias retroalimenta su deseo de utilizar el móvil con mayor frecuencia para sentirse conectados y satisfacer necesidades psicológicas insatisfechas”.

‘We are Social’, agencia creativa especializada de Hootsuite, líder mundial en gestión de redes sociales, publica anualmente un informe que da cuenta de las tendencias digitales y comportamiento de los usuarios de dichas herramientas digitales.

En el caso de Colombia, el informe de la mencionada agencia revela un incremento del tiempo destinado para redes sociales. En 2019, los colombianos entre 16 y 64 años pasaron diariamente 3 horas y 31 minutos conectados a redes sociales , mientras que en 2020 destinaron casi cuatro horas, con un promedio de 3 horas y 45 minutos, cifra que se mantuvo sin variaciones en el informe presentado en 2021. Llama la atención que el promedio diario en redes sociales en 2021 de los colombianos supera el de países como Argentina (3 horas 22 minutos) o México (3 horas 27 minutos).

Con la mayor parte del mundo en confinamiento por la pandemia de covid-19 entre 2020 y 2021, las cifras de usuarios globales en redes se han mostrado al alza. Actualmente hay 4.200 millones de usuarios de redes sociales en el mundo, lo que representa un crecimiento interanual de más del 13 por ciento (490 millones de nuevos usuarios).

Una de las cifras más impresionantes es que en 2020 se registraron 15 usuarios nuevos cada segundo, lo cual demuestra que la pandemia ha acelerado una transformación digital que ya había comenzado y que se mantiene en 2021.

Asimismo, el impacto del confinamiento podría ser aún mayor en niños y adolescentes, esto en razón a que, de acuerdo con la psiquiatra Albornoz, durante estos años -vitales para el neurodesarrollo- el contacto físico es fundamental y esto no se compensa con la virtualidad que hoy suple los espacios académicos o las redes sociales con las que se trata de llenar el vacío.

Con las interacciones físicas humanas se produce oxitocina, una hormona amigable que redunda en sensaciones de bienestar

En el caso de los jóvenes, un estudio de la Universidad Javeriana muestra que este grupo etario de Lima, Buenos Aires y Bogotá tuvieron un aumento importante de las cifras de trastornos depresivos y ansiosos en el marco de la pandemia. “Las redes pueden ser un factor de riesgo y pueden activar esos síntomas”, afirma Córdoba.

Otro de los problemas que fomentan las redes sociales, y que se acentuó aún más por la pandemia, de acuerdo con la psicóloga Herrera, es que los ‘me gusta’ incluso están contribuyendo a que no se desarrollen habilidades sociales de contacto porque “es muy fácil dar un ‘like’ pero no tanto ir a decirle a alguien que te gusta”, sumado a la falta de contacto físico con los demás por cuenta del aislamiento.

En este sentido, Riaño asegura que en épocas donde el contacto físico se redujo a cero una de las mayores afectaciones en términos neurobiológicos es que las interacciones a través de las pantallas no son tan satisfactorias por cuanto es más placentero para el cerebro el efecto que tiene estrechar la mano con otra persona, ver la sonrisa del otro o un abrazo.

“Con las interacciones físicas humanas se produce oxitocina-una hormona amigable que redunda en sensaciones de bienestar-, que es fundamental para el establecimiento de la confianza , asegura el experto, quien concluye que a pesar de todas las problemáticas que pudieron traer las redes sociales durante la pandemia, cabe destacar que también fueron el medio de comunicación para no “aislarse del todo” y tener contacto con amigos y familia de alguna forma, pues detrás de las pantallas también hay un ser humano.

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