Tradicionalmente se ha sobre valorado la inteligencia cognitiva de las personas por sobre otras cualidades por lo que en las escuelas, hasta finales del siglo XX se han priorizado los aspectos intelectuales y académicos de los alumnos por sobre los aspectos emocionales o sociales, que se consideraban del ámbito privado. Sin embargo, es cada vez mayor la evidencia que se acumula que ha demostrado que ser cognitivamente inteligente no es suficiente para garantizar el éxito académico, profesional y personal. La posición extrema que consideraba a la cognición y la emoción como entidades opuestas ha quedado relegada y se le adjudica un nuevo importante papel cultural a las emociones en la sociedad actual.
Desarrollo de competencias emocionales y sociales es clave
Hoy contamos con el conocimiento suficiente para saber que las influencias que se ejercen desde los contextos primarios son más eficaces en la configuración de la personalidad del individuo que las dependientes de la herencia.
La respuesta de la pedagogía a la investigación actual debe tener como objetivos, además de la transmisión de conocimientos, el desarrollo de las competencias emocionales y sociales.
Anatómicamente, la región emocional es el sustrato en el que se desarrolló y evolucionó el cerebro racional, y siguen estando estrechamente vinculados por miles de circuitos neuronales. Consecuentemente, los centros de la emoción poseen un extraordinario poder de influencia en el funcionamiento global del cerebro.
Como explica LeDoux, referente en el estudio de las emociones, las relaciones y los encuentros amor-desamor que el niño mantiene con sus cuidadores durante los primeros años de vida constituyen un auténtico aprendizaje emocional.
El sistema nervioso no madura en un vacío sino en un contexto sociocultural con determinadas características, y cuyos efectos acompañarán al individuo a lo largo de su vida.
En síntesis, la génesis del pensamiento y la inteligencia no son sino aspectos de una interacción global con la dimensión afectiva del niño, quien tendrá mayor disponibilidad intelectual cuanto mejor se resuelva su necesidad de seguridad y afecto.
Como se mencionó anteriormente, los procesos emocionales y cognitivos se encuentran interrelacionados y no pertenecen a campos opuestos de estudio. Es ampliamente reconocido el papel que pueden jugar las emociones como fuente de información para facilitar el pensamiento, las personas pueden ser más o menos habilidosas para utilizar esta información al servicio de la adaptabilidad al medio.
Así, nos referimos a la Inteligencia Emocional (IE) como una habilidad que puede enseñarse y que puede formar parte del proceso de enseñanza y aprendizaje en las escuelas. Las competencias emocionales son un factor crucial para explicar el funcionamiento del sujeto en todas las áreas vitales.
¿Qué es la inteligencia emocional?
La Inteligencia emocional dota al sujeto de una serie de habilidades que favorecen la consecución de las metas vitales, actuando como buena predictora de la adaptación de un sujeto a su medio.
Los individuos se diferencian en la capacidad que tienen para identificar sus emociones y las ajenas, regularlas y utilizar la información proveniente de ellas para motivar el comportamiento adaptativo.
Las habilidades emocionales pueden de hecho contribuir a un funcionamiento social óptimo, por ejemplo, percibir con precisión las emociones de una persona facilita la predicción y la comprensión de las acciones posteriores que pueda tener, o la gestión efectiva de las emociones nos permite expresar emociones socialmente adecuadas y comportarnos de manera socialmente aceptable.
Teniendo en cuenta que la adquisición de las destrezas socioemocionales se produce en edades tempranas, el ámbito por excelencia dónde estudiar y aplicar este constructo es el ámbito educacional.
En consecuencia, podrán desarrollarse e implementarse programas mejor diseñados para entrenar estas habilidades, teniendo en cuenta la importancia que se les ha atribuido tanto en el logro académico y profesional como en el desarrollo del sujeto en general. La IE, como una de las destrezas socioemocionales que mayor investigación ha generado en el ámbito de la educación, debe fomentarse en un sistema educativo más amplio y que no sólo este ceñido a las inteligencias tradicionales como ocurrió en el siglo pasado.
La IE influye decididamente sobre el ajuste psicológico de los escolares e interviene indirectamente en los resultados académicos, sumándose a las habilidades cognitivas como un predictor adecuado del logro escolar.
Se sugiere la necesidad de incorporar programas de desarrollo de la inteligencia emocional en las escuelas. Debemos educar tanto las habilidades socio-emocionales de los estudiantes como sus capacidades académicas. Un buen ajuste psicológicoавтокредит онлайн, mediado por la incidencia de un alto nivel de IE, complementa y dota al sujeto de una serie de habilidades y capacidades que facilitan y favorecen la consecución de sus metas vitales.