4 de August de 2021, Alex

El trauma y su relación con el apego

Los acontecimientos potencialmente traumáticos tienen una prevalencia mucho mayor en todas las sociedades de lo que podría esperarse.

Los traumas en la infancia La forma de dar respuesta a esta situación en gran parte será determinada por el tipo de vínculo que se estableció en la niñez con los cuidadores principales. Se ha encontrado que en los países desarrollados hay un importante porcentaje de niñas/niños que han recibido abusos físicos, sexuales o psicológicos por parte de sus cuidadores (Gilbert et al., 2009). Los efectos desfavorables de haber vivido en esta etapa un maltrato o un abandono en la regulación emocional marcaran la edad adulta (Young y Widom, 2014). El hecho de que las conductas que se desarrollan en esas edades queden automatizadas y se repitan en la adultez influirá en el tipo de respuesta que la persona va a dar a una situación traumática. ¿Qué es un trauma? El trauma es el efecto que tiene en la persona la vivencia de una experiencia que por su intensidad, rapidez o momento prematuro en el que se vive, desequilibra la homeóstasis de la persona interfiriendo en su psique, en el modo de afrontar las cosas y en su percepción del presente.
Tipos de Trauma La forma de referirnos a los tipos de trauma varía según las fuentes. En el caso de Linehan, éste habla de: Trauma T Cuando el acontecimiento por sí solo puede causar Trastorno por Estrés Postraumático. Un ejemplo sería la vivencia de una catástrofe, un accidente, un infarto o una agresión. Trauma t Son más sutiles, persistentes y relacionados con el apego. Las vivencias impactan sobre las creencias que se tiene de uno mismo, de las otras personas y del mundo. Un  buen ejemplo de este tipo de trauma serían las humillaciones. Por otro lado, P. Levine propone la siguiente clasificación: Trauma de choque Cuando se trata de una amenaza repentina que nuestro sistema nervioso central percibe como sobrecargante o mortal. Trauma evolutivo o de desarrollo Estos traumas son causados por eventos prolongados en el tiempo que afectan a la seguridad y confianza de la persona, como por ejemplo una negligencia parental o una enfermedad grave.
El Trauma y sus efectos Al poco tiempo, a nivel anímico la persona puede tener cierta parálisis emocional, con vergüenza y odio a sí mismo, sintiéndose abrumada y con disociación. La persona puede experimentar cambios de humor, una falta de autoestima y una pérdida de interés. La sensibilidad por los estímulos del entorno también puede ser alterada, pudiendo experimentar hipervigilancia e hiperactividad por lo que suceda, así como una extremada sensibilidad a la luz o al sonido. Por tanto, aunque hay un amplio tipo de respuestas que puedan darse, la respuesta emocional puede caracterizarse por la desesperación, por un estado de ánimo depresivo y/o ansioso, con hiperactividad mostrando respuestas exageradamente emocionales y sobresaltadas. Posteriormente, la persona puede sufrir ataques de pánico, ansiedad, fobias, sentimientos de desconexión, pérdida o cambio de creencias, miedo a morir e ideas de suicidio. Cognitivamente, la persona puede tener dificultades para concentrarse y pérdida de memoria. En ese sentido, pueden aparecer imágenes intrusivas o recuerdos repentinos, así como pesadillas y flashbacks. Conductualmente, es propio responder con la evitación, con dificultades en el apego y la vinculación al tratamiento. Pueden aparecer comportamientos autodestructivos, abuso y/o adicción a sustancias. A nivel somático, el paciente puede sufrir fatiga o niveles muy bajos de energía, dolor crónico, migraña, así como problemas en el sistema inmunitario. Puede aparecer insomnio u otras alteraciones del sueño, desórdenes alimentarios y/o actividad sexual alterada. Todas estas alteraciones pueden agravar la sintomatología a nivel emocional ya mencionada.
El trauma y el apego ¿relacionados? Según el tipo de apego que haya desarrollado la persona tendrá unos patrones de afrontamiento del trauma. Si de niño tuvo un apego seguro desarrollará patrones de confianza en sí mismo y en otros, de su apoyo, teniendo mayor facilidad para hablar de sus emociones y mejor autorregulación. Tendrá tendencia a manejar y resolver conflictos con ecuanimidad de juicio. Por tanto, un apego seguro fomentará la resiliencia, propiciando que la respuesta traumática probablemente sea de conexión social o descarga. El apego ansioso ambivalente En cambio, si la persona desarrolló un apego ansioso ambivalente, probablemente genere una dependencia exagerada y una falta de autonomía mayor, con un comportamiento colérico, vigilante, indefenso y ambivalente, con pasividad en la conducta exploratoria. Por tanto, será más probable que el paciente genere acciones de aferramiento respecto al cuidador/a principal, así como hacia el terapeuta, aún en ausencia de peligro para obtener seguridad. Tendrá miedo a la pérdida, dependencia, rabia y celos hacia los otros, alternando entre idealización y rechazo, implicándose fácilmente en relaciones poco gratificantes por no estar solos. Para regular el afecto en situaciones traumáticas, probablemente genere conductas de riesgo o de consumo de alcohol. El apego evitativo Si desarrolló un apego evitativo, su tendencia para afrontar el trauma probablemente sea también evasiva, con miedo al rechazo o a la agresión. En la consulta, pueden mostrar una actitud condescendiente y de rechazo, cuestionando la competencia o eficacia del terapeuta. Eso podría dificultar su vinculación e implicación en el proceso terapéutico, así como rechazo, repitiendo el ciclo de rechazos vivido en la infancia. El apego desorganizado Finalmente, si adquirió un apego desorganizado en su infancia, al reaccionar a la situación traumática la persona probablemente carezca de estrategias para afrontar el trauma. En ese caso, la persona se muestra hipervigilante y con conductas controladoras, con una búsqueda intensa de proximidad seguida de fuerte evitación. Eso se debe a que este sistema de apego se asocia a cuidados traumáticos, como por ejemplo, un abuso en el cual el cuidador es la fuente de la amenaza. Por tanto, los cuidadores eran, a la vez, la fuente de afecto y de horror, y eso mismo es lo que anticipan que va a ser el terapeuta. El trauma supera y trastorna por completo al sistema interno. Lleva a la escisión o disociación, a la inversión de roles y a una tendencia excesiva al control.
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