La terapia cognitivo-conductual (TCC) en la actualidad es uno de los tratamientos de primera elección para los trastornos depresivos y de ansiedad ambulatorios, y durante las últimas décadas se ha adaptado al tratamiento de los trastornos mentales más graves, como la esquizofrenia y los trastornos del estado de ánimo más crónicos o refractarios a tratamiento. Este gran esfuerzo por parte de la comunidad de psicólogos ha posicionado la TCC más allá de un tratamiento adyuvante, es decir, en combinación con la farmacoterapia. Las severas limitaciones de las farmacoterapias a día de hoy han promovido la demostración de que la TCC tiene efectos clínicos añadidos, un hecho que tendrá importantes implicaciones para la mejora de la salud pública. Recientemente la revista World Psychiatry, una de las publicaciones psiquiátricas con más renombre a nivel internacional, ha puesto de manifiesto la efectividad de las intervenciones psicológicas en el tratamiento de los trastornos mentales graves ante la falta de nuevos fármacos que actúen eficazmente. Además la comunidad psiquiátrica confirma el acierto de la elección de la TCC como primera opción para el tratamiento de la depresión y la ansiedad, y asegura su beneficio clínico como complemento para tratar la esquizofrenia severa o trastornos del estado de ánimo resistentes a los fármacos. La expansión de la TCC como primera opción de tratamiento en casos de trastornos mentales graves conlleva a la necesidad de formación especializada para dar respuesta a la creciente demanda. Si tanto la medicina ambulatoria como la psiquiatría actualmente respaldan la efectividad de esta terapia, los profesionales de la psicología se posicionan como agentes promotores de la salud de primer nivel, aumentando su reconocimiento social. La TCC se presenta como una herramienta indispensable para afrontar el futuro de la profesión y dar respuesta a la confianza que el sector sanitario está demostrando hacia la atención psicológica como fuente de salud.