Es bien sabido que cada vez nuestra sociedad se torna más y más tecnológica, en especial desde que en el año 2011 surgió todo un boom con las redes sociales. Internet pasaba de ser una utilidad de ordenador a poder estar en la palma de nuestras manos, a un solo “deslizamiento” de dedo.
Twitter, Facebook, Snapchat, What’s app, Instagram, Youtube o Tinder, son el nombre de algunas de las redes sociales más utilizadas en los últimos años. Y es que la oferta crece y crece, así como crecen las ventajas y desventajas de su uso. Respecto a esto último, está claro que mantiene al mundo informado al minuto, prácticamente viviendo aquello que puede estar sucediendo en la otra esquina del planeta. Pero, ¿qué repercusiones puede tener el uso de las redes sociales en nuestro estado de ánimo? ¿Qué implicación tiene el famoso “postureo”? Este término, hace referencia a todos aquellos comportamientos que se realizan más por la imagen o las apariencias sociales que no por una verdadera motivación. El postureo suele definirse en forma de imagen pero suele ir acompañado de una frase de positividad o motivación absoluta que pocas veces corresponde con el estado de ánimo real de la persona.
Todo este movimiento ha desarrollo lo que algunos sociólogos llaman el egosistema, es decir, primar el individuo propio al colectivo. Desde el punto de vista de la psicología, se ha observado un aumento de personas que usan las redes sociales para aumentar su autoestima y autoconcepto. La cantidad de likes de una foto es directamente proporcional a la cantidad de felicidad que esa persona tiene. Asimismo, pocos o ningún like produce el efecto contrario, una gran frustración puesto que no se han cumplido las expectativas que la acción de postureo debería haber producido. Tal es la repercusión de los likes que en la red social de Instagram se pueden “comprar” seguidores o utilizar el hashtag #tagsforlikes para hacer más viral una fotografía y conseguir más seguidores.
Asimismo, todo mensaje en Internet parte de dos premisas básicas: la intencionalidad con la que se lee el mensaje y la sensibilidad de quien lo lee. Twitter, es la reina en lo que respecta a confrontar estos dos hechos. Con el uso de los hashtags cualquier mensaje que escribas puede ser leído alrededor del mundo y en menos de 2 minutos pasar a ser Trending Topic, o lo que es lo mismo, que todo el mundo esté hablando de ello a la vez. Quizás el mensaje que querías dar era sencillo pero alguien en una ciudad lejana a ti lo ha leído con un tono poco adecuado, respondido a tu comentario y, así, hasta hacer toda una cadena de mensajes.
Y es que en Internet el tono del mensaje lo pone cada lector y este tono suele estar condicionado a la sensibilidad de la persona por ese tema. Así pues, si en Twitter se hace viral un tema que a mí me repercute directamente, leeré esos mensajes con un tono diferente a si se habla sobre un tema que no me interesa especialmente.
Cuando el uso de las redes sociales se vuelve el núcleo de nuestra vida, es cuando empiezan a aparecer las primeras patologías. La adicción al Smartphone es la más común de ellas y, en ocasiones, la más difícil de tratar puesto que llevar el teléfono en la mano es algo que está normalizado.
Asimismo, aumentan los trastornos de la comunicación puesto que muchos son los jóvenes que aún estando en grupo pasan más tiempo hablado por redes sociales que entre ellos mismos.
El terreno sentimental no queda libre de las redes sociales. Un estudio de Cyberpsychology and behaviour Journal puso de manifiesto que más de 28 millones de personas finalizaron su relación sentimental debido al síndrome del doble check de What’s app, que te permite ver si la persona ha leído o no el mensaje. Obsesiones, celos y depresiones son lo más común cuando el What’s app pasa de ser un sistema de mensajería a un servicio de control de tu pareja y amigos.
Y, ¿cómo afecta todo esto en nuestras generaciones más jóvenes? Por una parte, se observa como los niños pierden la capacidad de demorar la gratificación y aumenta lo rápido con lo que se frustran, pues ahora necesitan cada vez más la gratificación instantánea, puesto que no era lo mismo cuando querías jugar y tenías que esperar a llegar a casa, que estar en cualquier lado y poder jugar con el Smartphone de los papás. La adicción a los videojuegos es otra de las grandes demandas que llegan a nuestras consultas, muchas instigadas por los teléfonos inteligentes.
Por otra parte, las redes sociales tienen un efecto muy fuerte en los adolescentes. La adolescencia es el momento en el que reafirmamos nuestra identidad. Cuando forjas tu identidad en base a las atribuciones que los demás hacen de ti, la manera en cómo utilices las redes sociales serán claves para obtener una gran autoestima. En contra, las redes sociales se pueden volver hacía ti en forma de cyber-bullying.
Como psicoterapeuta estar preparado y conocer las últimas tendencias en psicoterapia es esencial para conseguir mejorar la calidad de vida de nuestros pacientes e impulsar una sociedad mejor. El Máster en Psicología Clínica y de la Salud de ISEP incluye formación en nuevas adicciones.