Educación Emocional: Asignatura Básica en las Aulas del Siglo XXI

Desde la década de los 90 la inteligencia emocional gana cada vez más terreno y en la actualidad podemos decir que estamos viviendo la Revolución Emocional. Este nuevo paradigma abre el debate inteligencia emocional vs. inteligencia clásica y hasta Daniel Goleman, psicólogo norteamericano quién popularizó el este concepto con la publicación de su libro Inteligencia emocional en 1995, asegura que el coeficiente emocional sustituirá al coeficiente intelectual en la valoración de las personas. Según Goleman el coeficiente intelectual no es un buen indicador para saber quienes tendrán éxito en la vida, dado que un alto porcentaje depende de factores externos. La capacidad para saber hacerles frente y adaptarse será esencial para conseguir tanto las metas y objetivos de cada uno como para alcanzar el bienestar.

Todas estas reflexiones despertaron el interés de psicólogos, neurocientíficos y educadores por las emociones en ámbitos como la educación o la sanidad, y cómo incluir la educación emocional en las aulas podría ayudar a que los niños de hoy sean adultos que sepan gestionar sus emociones en todos los ámbitos de la vida y sean personas más conscientes, responsables y felices.

La necesidad de educar a un niño en la gestión de las emociones
Desde el mismo instante en el que nacemos somos emociones. Durante nuestros primeros años de vida, somos emociones en estado puro, sin represión ni control, y es a lo largo de nuestra vida que aprendemos a regularlas. El objetivo de la sociedad actual, forzada reformularse debido a la gran crisis económica que ha azotado a Europa, y que ha hecho resurgir valores como la solidaridad o la responsabilidad social y colectiva, es que las personas seamos conscientes de nuestras propias emociones para poder regularlas de una manera adecuada, ser conscientes de la importancia del clima emocional que nos rodea y contribuir a crear ambientes emocionalmente positivos y saludables.

Existe relación entre emoción y salud dado que una emoción es una respuesta fisiológica. Las emociones se sienten físicamente dado que son respuestas neurológicas, por lo que también se pueden medir médicamente y tener repercusiones en nuestra salud. Incluir la educación emocional en las escuelas es también educación para la salud.

Mayor necesidad de formación del profesorado
En España existen varias iniciativas sobre educación emocional en las aulas que reflejan este cambio de rumbo: hasta ahora la escuela se basaba en un modelo anclado en el trabajo de contenidos y, a día de hoy, son los mismos docentes quienes reclaman contenidos de educación emocional dentro de los currículos de primaria y secundaria. En Castilla-la Mancha la educación emocional ya forma parte del temario. En Extremadura se ha creado una red de escuelas con inteligencia emocional y la Diputación de Guipúzcoa ha formado a miles de profesores para trabajar las emociones en el aula. Pero la formación de los docentes sigue siendo la asignatura pendiente.

Por mucho que la inteligencia emocional forme parte del proyecto educativo de las escuelas del siglo XXI, sin un profesorado capacitado el cambio de modelo no será posible. Existe un claro déficit de formación, que empieza en las mismas universidades. De ahí que instituciones como ISEP añadan a su oferta de maestrías y posgrados programas como coaching educativo y neuroeducación y diseñen nuevas formaciones sobre educación emocional para maestros. Se trata de ofrecer nuevos conocimientos que les permita facilitar la gestión de las emociones en el aula, porque la inteligencia emocional es simplemente esto: conocer y gestionar las emociones. Una persona emocionalmente inteligente es la que puede reconocer, expresar, regular y utilizar las emociones propias y ajenas para adaptarse a las diferentes situaciones que se le plantean y conseguir superarlas y sentirse bien. Este es el principal reto de los maestros de la revolución emocional, que sus alumnos lo consigan y posteriormente lo apliquen a sus vidas, en todos los ámbitos.

Porque la inteligencia emocional puede aprenderse practicando. ¿Cómo un maestro puede dotar de competencias emocionales a un niño de 5 años? Pues a través del juego. Un ejemplo puede ser pidiendo que dibuje a su familia, para conocer cómo se siente en ella y qué personas considera de su círculo. O bien jugar al juego de las emociones, donde cada niño elije a un muñeco que representa una emoción (como puede ser ira, amor, alegría, felicidad, miedo o tristeza) y pedir que explique una situación que le haga sentir así. A Lucía la hace feliz que su madre le deje comer natillas de chocolate y a Marcos le pone triste que su madre no le deje el móvil, por ejemplo.

El objetivo final es conseguir saber qué sentimos, trabajar la resiliencia, cultivar la autoestima y la automotivación, fluir como el placer para superar un reto, dominar las habilidades sociales, tener herramientas para la resolución de conflictos, regular las emociones, saber organizar tu vida con metas y objetivos adecuados y hacerlo todo siempre con una actitud positiva. El nuevo modelo formativo de docentes debe incluir las emociones como asignatura esencial.

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