Tips para el terapeuta de pareja

Expresar el amor y recibirlo adecuadamente es una cuestión de comunicación y nuestra sociedad no está acostumbrada a expresar de forma adecuada y genuina los afectos. En muchas ocasiones, por no decir en la mayoría, lejos de manifestar que necesitamos ser correspondidos o de tener detalles y gestos de cariño con la pareja, lo que solemos hacer es “aferrarnos” a ella.

El deseo de que la relación funcione nos lleva a emplear mecanismos erróneos como intentar mantener el control de la relación, asegurarnos de que seguimos siendo importantes para nuestra pareja, lo que en ocasiones puede generar que le agobiemos mediante continuas demandas, poniendo una gran cantidad de “normas” y diciéndole lo que tiene y lo que no tiene que hacer o, sino, asumiendo diferentes roles “destructivos” como hacernos la víctima, perseguir a la pareja y/o ayudarla en todo para que siempre nos necesite.

Realmente los roles que funcionan y suman en una pareja son el de amante y amigo. El amante es aquel que comparte la pasión, entrega y manifestación de deseo. El amigo no juzga, opina y da consejos, pero deja que el otro acabe tomando sus propias decisiones. Además, sabe cuándo estar y cuándo no es necesario, y no se considera imprescindible para su pareja.

En la consulta las personas disimulan mucho y el psicólogo tiene que imaginarse lo que le explican, por lo que puede tener una percepción algo equivocada/sesgada de cómo son los miembros de la pareja.

Es fundamental que como profesionales detectemos formas sutiles de chantaje emocional que son complicadas de detectar a simple vista. Para ello, es crucial realizar un Máster en Terapia de Pareja y aprender a atender al lenguaje no verbal y los gestos que acompañan el relato de cada miembro de la pareja. El truco físico que más se utiliza es el de hacer ruidos con objetos, arrojarlos o “golpear” al otro aunque sea de manera inocente dándole un toque y diciéndole, por ejemplo, “Oye…”. Esta es una manera de coaccionar a la pareja, que queda asustada o debilitada, por lo que obedecerá a lo que queramos proponerle.

Los sonidos guturales, por ejemplo, “Ptsss…”, seguido de un silencio, a los que la pareja suele responder con un “¿Qué te pasa?”, a lo que el otro contesta “Nada” resoplando o emitiendo sonidos nasales. De igual manera, la sonrisa descalificadora cuando el otro está explicando un evento, son gestos que de alguna manera intimidan y coartan a la pareja a hablar cuando está disgustada, triste o en desacuerdo con algún aspecto de la relación.

Otro elemento que hay que atender en las sesiones de pareja y, que remarcan en los masters que te ofrecen la especialización en terapia de pareja, son las expresiones radicales o “reprochadoras”. Una de las que genera mayores conflictos en pareja es el de “Me lo debes”. El miembro de la pareja que lo utiliza cree que por el hecho de ser pareja de la otra persona tiene una serie de derechos innegociables sobre ella. Por ejemplo, el derecho a estar en todas las reuniones con sus amigos: “¡Qué es eso de irte con tus amigos sin llevarme a mí, ¡en una pareja esto no es normal!”, suelen decir.

Luego está la coartada más o menos consciente que se aplica tras una discusión en la que no se ha conseguido doblegar la voluntad de la pareja y entonces el otro miembro decide hacerle un “jaque mate”: “Si no te gusta lo que ves, ningún problema, te vas, lo dejamos aquí y llamamos a un abogado”. Algunas veces, incluso, llega a sacar la maleta como señal de amenaza (Coca, 2016).

O bien cuando la pareja les pide que cambien algo de su forma de ser, responden con un “Yo soy así” o “Cuando me conociste, ya era así, haberte enamorado de otro/a”, lo que quiere decir que no quieren adaptarse a la convivencia o al matrimonio a pesar de que debemos estar dispuestos a negociar y acoplarnos cuando nos comprometemos con un proyecto (Coca, 2016).

Por último, como terapeutas no debemos olvidar detectar las tendencias conductuales de los miembros de la pareja. La formación como terapeuta de pareja es esencial para conseguirlo:

El perfil sumiso es una persona detallista, romántica, con una memoria excepcional, que necesita un amante que la proteja y la haga sentir segura, que la abrace, que le demuestre que está muy pendiente de ella. Es muy dependiente de la pareja y si no la tiene, la busca activamente (Coca, 2016)

El crítico es un líder a quien le gustará mandar y tirar del grupo, aunque se queje: “¿Qué haríais sin mí?; Cuando no estoy yo, no funciona nada”, puede decir. Al crítico le gusta ser muy activo en las relaciones de pareja y de familia, es protector y su gran mal es querer abarcarlo todo, lo que le puede llevar a sufrir ansiedad. Le gusta el poder y dotar a la familia de todo lo que pueda, presumir de ella y sentirse con éxito, pero puede olvidarse de disfrutarlo (Coca, 2016).

El perfil antidependiente es el más individualista de todos, le gusta estar en pareja aunque las relaciones le duran poco. Tiene una gran autoestima, le encanta que le admiren y tendrá posibles candidatas o candidatos como pareja aunque ya tenga una, lo que no significa que llegue a serle infiel. Suele ser muy amigo de sus ex porque le gusta quedar bien, tiene una agenda muy amplia socialmente. Además, se cuida mucho y le agrada cultivarse mentalmente. Necesita una pareja con la que tener un amor lúdico y que no le importe dejarlo a su aire.

El ponderado es el perfil que tiene lo mejor de todos y, generalmente, suele ser un crítico, un sumiso o un antidependiente que ha crecido, madurado y suavizado determinadas características que no ayudaban a sus relaciones: el crítico ha aprendido a no ser tan posesivo; el sumiso, a no ser tan demandante y tan inseguro, y el antidependiente, a ser más generoso con su pareja. Se dice que la mejor combinación de pareja es un ponderado con otro ponderado, ya que ambos viven felizmente y dejan que su pareja sea como es sin que eso le genere ansiedad. El ponderado con el resto de perfiles tendrá una compatibilidad media porque el sumiso, el crítico y el antidependiente podrán aprender a ser mejores personas.

Sin embargo, la clave para mantener una relación de pareja unida se basa en la libertad de elegir al otro, respetarle y confiar en él/ella, comunicar tanto lo positivo como aquello que genere malestar, sobreponer la resolución del conflicto al tener la razón, compartir tiempo de calidad para cuidar la relación y estar dispuestos a acoplarnos a una nueva forma de vivir.

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